“¡... Ahí te dejó Madrid!”
En estos tiempos de emancipación social, las preferencias sexuales poco
importan en la diplomacia, en el uniforme, en la ciencia, en los deportes, en la
enseñanza o en cualesquiera carrera o actividad de la vida moderna.
Se trata de una condición personal que en modo alguno colide con la
efectividad en el desempeño de las tareas profesionales.
Es todo lo contrario, y lo repito: muchas de las mentes más lúcidas, sobre
todo en el campo de la creación artística y las humanidades, corresponden a
homosexuales.
Ser diferentes no fue óbice para que Keynes y Hitchcock, por ejemplo,
revolucionaran la economía y el cine de suspenso...
Pese a sus tantas penurias y tormentos por su homosexualidad, Oscar Wilde fue
y será un genio de las letras, de la frase cortante, del retrato crítico de la
sociedad de la moralina.
Aquellos tiempos de la guerra fría, cuando el escrutinio de los futuros
diplomáticos y funcionarios con acceso a información confidencial incluía la
orientación sexual, terminaron ya, afortunadamente.
Se les excluía calladamente del servicio porque eran susceptibles al chantaje
que practicaban con asiduidad los espías de los dos bloques principales.
Ya no hay que esconderse y las fotografías comprometedoras en brazos del
amante carecen de fuerza.
No se perdona la mentira
Lo que no se perdona en estos tiempos, y es el punto que más enaltece al nuevo embajador norteamericano, es la mentira... Malo fuera contrabandearse como el gran macho cuando los amores y las urgencias carnales se orientan por otro rumbo.
Lo que no se perdona en estos tiempos, y es el punto que más enaltece al nuevo embajador norteamericano, es la mentira... Malo fuera contrabandearse como el gran macho cuando los amores y las urgencias carnales se orientan por otro rumbo.
En mis años de diplomático los he tenido por colegas o compañeros de oficio
tanto en Chile como en España.
Mi querido amigo de casi medio siglo Aníbal de Castro, a quien la tecnología
moderna me permitió sacarlo de sus vacaciones asiáticas, me corroboró los mismos
datos.
Es más, la Reina Isabel II no se escandaliza cuando en la presentación de
credenciales un embajador o embajadora introduce a alguien de su mismo sexo como
su pareja formal.
Es norma en la diplomacia que tras ese momento trascendente de las
credenciales, el nuevo embajador ofrezca un vino de honor como introducción
formal de representante de un país extranjero.
Me contaba Aníbal que en uno de esos eventos formales en el Reino Unido, el
nuevo embajador agradeció a sus padres primero y a su compañero después por todo
el apoyo para llegar al puesto en una de las plazas diplomáticas europeas de
refinamiento indiscutible y protocolo más exigente.
En aquel momento el encargado de América Latina en la Cancillería británica
era abiertamente gay y un reconocido activista de esa minoría en el
Parlamento.
¡...Y vaya esta prenda!
Para los homófobos y cultores de la imagen prejuiciada y distorsionada de homosexuales y lesbianas, vaya esta historia, de la que el propio Aníbal, hoy embajador en Washington, fue testigo: Terminada la cena opípara en el restaurant madrileño de postín pero no los temas de la conversación amena, decidimos cerrar la noche en un bar cercano.
Para los homófobos y cultores de la imagen prejuiciada y distorsionada de homosexuales y lesbianas, vaya esta historia, de la que el propio Aníbal, hoy embajador en Washington, fue testigo: Terminada la cena opípara en el restaurant madrileño de postín pero no los temas de la conversación amena, decidimos cerrar la noche en un bar cercano.
No bien nos adentrábamos nuevamente en observaciones sobre la crisis
financiera que arropa a Europa, noté acodada en la barra una réplica de la Maja
de Velásquez separada solamente de la pintura inimitable por un vestido de
diseño atrevido que resaltaba su figura apetitosa generosamente dotada en los
puntos estratégicos de su anatomía.
Solteros ambos—Aníbal y yo—propuse probar suerte y aventuré los primeros
requiebros... Cuando creía que mi pase de verónica se acomodaba al nombre de la
dama que sonreía con gracia ante mi atrevimiento caribeño, me soltó esta prenda:
-¡A mí me gustan las mujeres! ¡A mí también!, repliqué mordiendo el asombro.
Juro que en los parlantes de decibelios agresivos en el bar de moda donde
estábamos, Shakira cantaba: “Ahí te dejó Madrid”.